El consumo compulsivo caracteriza nuestra era. Esta época trae, como toda revolución, cambios en buena parte de nuestra existencia: cómo producimos, cómo consumimos, cómo nos comunicamos… en otras palabras, cómo evolucionamos. En esta ocasión hablaré de un consumo inmaterial, “la información”.
El acceso instantáneo y prácticamente sin censura a internet, ha devenido la facilidad de búsqueda de información en problemas cotidianos de procesamiento de la misma. A diario, recibimos una cantidad desmesurada de información que, analizándola desde un estado más sencillo, hablaremos de “datos”.
Ontiveros, E. (2017), en el artículo Economía de los Datos, afirma que Kroes (2011), Rotella (2012) y Arthur (2013) consideran los datos como “un nuevo recurso calificado como la «nueva gasolina»”,un medio del que poco a poco se va incrementando la dependencia y su relevancia. Sin embargo, el dato por sí solo no proporciona información, por lo tanto, para obtener valor y utilidad necesitáremos un procesamiento del mismo. Dicho esto, los datos, más que gasolina, son petróleo, por su necesidad de refinarlos para transformarlos en recursos beneficiosos y rentables.